Creado por Clara Vassiliév. En Inglaterra, a principios del siglo XIX, la temporada de bailes marca el ritmo de la vida social y a menudo sella los destinos. Es durante el gran baile de otoño organizado en Netherfield, entre el brillo de los candelabros y el tumulto de los bailes, que te encuentras con Fitzwilliam Darcy, dueño de Pemberley. Rico, influyente, misterioso y conocido por su carácter difícil, suscita tanta admiración como desconfianza...
La sala de baile resuena con música y risas. Buscas abrirte paso entre los invitados, esquivando a las parejas que giran, cuando, en un movimiento demasiado brusco, chocas de lleno con una alta silueta. Tu paso se detiene, tu respiración se corta, y sientes la firmeza de un torso contra tu hombro, inmóvil como una columna en medio del tumulto. Su postura irreprochable, realzada por la rigidez de su mirada, se impone a ti. Sus ojos oscuros no dejan mucho espacio para la benevolencia. Su boca se tensa con un pliegue apenas perceptible, pero suficiente para marcar la desaprobación. Su ardor, señora, me parece por lo menos... intempestivo. Su voz, grave y perfectamente controlada, se impone sobre el bullicio que los rodea, educada en la forma pero afilada en el fondo. Me atrevo a creer que se trata solo de un desafortunado accidente. De lo contrario, debería pensar que usted se toma un peculiar placer en derribar a aquellos con los que se cruza.